martes, 22 de julio de 2008

Reflexiones a partir de una experiencia especial: cantar en un coro

Las vivencias que experimentamos al formar parte de un equipo deportivo, de un grupo de trabajo bien cohesionado, o de cantar en un coro, suelen ser tan especiales que quedan siempre en nuestro recuerdo y coincidiréis conmigo en que nos marcan en nuestra evolución personal.

He tenido dos experiencias casi similares que me han sido muy significativas en ese sentido y por ello, quiero compartir con vosotros las reflexiones que me han sugerido ambas situaciones.

Durante el mes de mayo de 2004 se realizó la tercera conferencia anual de la Federación Internacional de Coaching (ICF). en Italia, y allí la participación de Tanguy Lunven fue una de las que me dejó el mejor recuerdo, por su simplicidad y riqueza. Gracias al canto, Tanguy unió en quince minutos a trescientos coaches procedentes de diferentes continentes. Espontáneamente, surgieron metáforas entre el canto y el coaching y entre lo vivido en un coro y lo vivido en las empresas.

La segunda ha sido este año en Barcelona con el coro “Voces sin límites” dirigido por Kim Page. Puede parecer increíble, pero nueve personas en nueve sesiones de dos horas logramos organizarnos y cantar para poder ofrecer un concierto público. Aunque no teníamos buenas voces, el resultado fue excelente, ya que Kim logró que nuestras voces se apoyaran unas sobre las otras produciendo un resultado a la vez mágico y sorprendente, tanto para quienes nos escuchaban, como para nosotras, integrantes del coro.

En ambas experiencias, me sentí parte de una conciencia colectiva formada por el grupo en una relación dinámica, en la que los individuos y el colectivo se nutren mutuamente. Del mismo modo en que las neuronas que pertenecen a un cuerpo interactúan con las demás, sin necesidad de conocerse, pero con una función definida e imprescindible para el funcionamiento total.

Aunque no nos conocíamos y éramos de diferentes edades, profesiones, ideologías y formas de vida diversas, de pronto, todas las integrantes éramos parte de un cuerpo que se encaminaba en una misma dirección. Compartíamos un espacio y un tiempo definidos y el mismo desafío, que era conseguir un resultado concreto: cantar para el público en un concierto.

Como grupo, pasamos por las fases típicas que marcan la consolidación de cualquier equipo. Sin embargo, la fuerza de un fin común nos unió rápidamente y pudimos dejar de lado los conflictos que surgieron o que pudieron surgir, durante la actividad. Desde el primer momento, fue decisivo que tuviéramos muy poco tiempo para llegar al objetivo y esto se agravó con las ausencias a los ensayos, por motivos profesionales.

Pese a todo, poco a poco se fue organizando una pequeña red de solidaridad interna, que nos permitió apoyarnos unas en las otras, del mismo modo en que lo hacíamos con nuestras voces. Si alguna podía, grababa las canciones durante los ensayos y las enviaba por internet, otra prestaba su despacho para los ensayos, mientras otra ayudaba con su buena voz y su experiencia en la actividad coral.



Pudimos comprobar que es infinita la capacidad que tiene un grupo para imaginar, definir y crear su futuro, logrando su propósito en un contexto la mayoría de las veces, muy complejo.

Hemos desarrollado una singular conciencia colectiva, valga la paradoja, ya que los humanos tenemos, al igual que otras especies, como los lobos, los delfines, las abejas y las hormigas, la capacidad de relacionarnos para alcanzar lo que sería imposible lograr en soledad.

Por eso, me parece una importante evolución social y personal que en estos últimos años, la inteligencia colectiva haya pasado de ser piramidal (pocos mandan y muchos ejecutan) a ser una inteligencia global, en la que, las relaciones entre los miembros son de interdependencia.

La tecnología nos ha impulsado a crear un tipo de organizaciones más globales y con estructuras más flexibles que las organizaciones piramidales tradicionales hasta el siglo XX. La propia dinámica de las empresas ha generado la necesidad de personas más formadas, sistemas de información y de gestión cada vez más sofisticados, en el marco de organizaciones matriciales y cada día más globalizadas y democráticas.

Nos hemos visto obligados a pasar del competir al compartir y considero que este ha sido un logro maravilloso. En este sentido, un ejemplo muy claro es el de la wikipedia: una enciclopedia libre y plurilingue que se escribe en forma de colaboración voluntaria, permitiendo que la gran mayoría de los artículos sean modificados por cualquier persona. La confianza colectiva en el sistema, permite que los errores, sean corregidos por la misma red. Nadie es propietario de nada, el verdadero valor es el valor añadido que se consigue por la interacción de todo el colectivo.

Queda claro que los beneficios del sistema son compartidos por todos, pero, me pregunto si participaríamos si no consiguiéramos nada. Pareciera que en este aspecto hay también un valor añadido que es el haber aprendido a participar compartiendo los mutuos beneficios.

Hasta hace muy poco tiempo, nuestro concepto era que nuestros logros eran mayores si los conseguíamos contra los de los demás y ahora, sólo los podemos conseguir junto con los demás, por ello hablo de evolución. Es gratificante ver que el mundo está cambiando con gran rapidez y que con él cambian las personas y la forma de pensar y de relacionarse.

Ya no podemos pensar que lo que producimos nos pertenece, sencillamente porque nadie puede realizar algo valioso en soledad. Nos enriquecemos si somos capaces de buscar la complementariedad, en los puntos de vista distintos a los nuestros. De a poco, vamos en camino de valorizar y de aceptar el aporte de las minorías y comprobamos día a día que la diversidad nos ayuda para crear e innovar.

Pese a nuestra educación de corte individualista constatamos a través de éstas y otras experiencias que la competición nos aparta y la cooperación nos aporta y que cuanta más conciencia colectiva más creación y mayores posibilidades de realización y de libertad.

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